Certificado de profesionalidad

por Corrás

Entrega de certificadosA finales de los 90 se consideró otorgar Certificados de Profesionalidad que, como explican en la publicidad que actualmente pasan por televisión, certificarían la competencia, la valía profesional adquirida a través de años de experiencia laboral.

Este sistema de Certificados vendría a paliar la abundancia de trabajadores en categorías laborales medias sin titulación, que ante un cambio de trabajo pueden tener dificultades a la hora de acreditar que no sólo se ocupó un cargo, sino que además el trabajo se realizó satisfactoriamente.

También se dan casos en los que largas experiencias laborales no se han acompañado de un alta en el grupo de cotización correspondiente, con lo que la vida laboral puede reflejar el desempeño de cargos de menor cualificación al que queremos optar.

A priori la idea es interesante y son muchas las personas que en los últimos 13 años se han interesado por esta modalidad de reconocimiento de las competencias, incluida esta última convocatoria que finaliza el 28 de este mes.

Si pensabas echar a correr, olvídalo, desde el nacimiento y regulación de todo lo referente a estos certificados, se ha despreciado por completo al estrato social al que van dirigidos, a fin de cuentas es gente con escasa formación, válidos para realizar trabajos cualificados pero alérgicos al papeleo.

Cada x tiempo surge una supuesta convocatoria que al informarte, amablemente te explican porqué es necesario que estudies para obtener un título que avala que trabajas en un campo para el que no tenías estudios.

Las primeras surgieron por la necesidad de cumplir la administración sus propias leyes, acreditando a los profesores de las escuelas-taller en las competencias a impartir como formadores en las mismas, con unos cuantos certificados de jardinero, fontanero, etc., con el único valor de acreditar a los escasos profesores de estas escuelas en un único examen.

Así, del amplio catálogo de Certificados, sólo surgían tribunales para acreditar a una pequeña parte interesada en un acceso directo a un puesto laboral muy goloso, el resto se repartieron como colofón a cursos de Formación Ocupacional.

Después de 4, 6 o más meses de curso presencial y unas prácticas en empresa tienes derecho a solicitar un certificado que valora en exclusiva la realización del curso, pues el criterio de selección era inexistente, como ocurrió en el curso de Formador Ocupacional en el que me concedieron mi certificado después de una espera de más de 2 años de trámites administrativos.

Así este año suman un nuevo concepto que es vender como convocatorias de Certificados a lo que son simples exámenes de acceso a los cursos que los conceden. Siguen sin darle valor a la experiencia laboral, pues aunque ahora por lo menos la piden, no sirve si no está acompañada de un nivel académico o la superación de estas pruebas.

Con lo que los únicos tribunales que se han reunido para valorar la competencia profesional de trabajadores son aquellos puntuales de consumo interno, los demás certificados incluidos los nuevos de 2011 como el de Atención Sociosanitaria  tienen el valor que les da la administración: ninguno.

El mismo certificado de Formador Ocupacional que me concedieron en el 2010, después de un curso de cuatro meses y prácticas de profesor en un centro homologado, nunca se ha exigido para dar cursos, ni siquiera se valora como prioritario en una selección y cuando parece que se plantean empezar a exigirlo, dan la opción a las academias online de vendértelo por 150 €.

Obviamente, las empresas privadas siguen la estela de los organismos públicos y mientras ellos no se tomen en serio la vía del Certificado de Profesionalidad, para éstas seguirá siendo papel mojado y para los trabajadores un papel inútil más que, en el caso de los cursos, te capacita por encima de tu experiencia profesional, pero que después no lo respalda el organismo que te lo concede.

Si alguien conoce al responsable de la última campaña de falsa convocatoria de certificados, rogaría encarecidamente le suministre una patada en la boca, o la información de a quién dirigirse para suministrársela en persona y compensar las molestias de ir a informarte cada vez que monta el numerito.