El descenso

por Corrás

El verano es tiempo de lecturas informales que ayuden a soportar el calor. El descenso de Jeff Long lo empecé a leer en parte por el grato recuerdo de la película The descent, de terror claustrofóbico, y en parte por el buen sabor de boca de otros bestsellers de entretenimiento, como El evangelio del mal de Patrick Graham (superior a libros similares como los de Dan Brown: Ángeles y demonios o El código Da Vinci) o Antártida: estación polar, libro de Matthew Reilly que transmite la sensación de estar leyendo una película de James Bond.

El libro tiene una trama mucho más densa que la película homónima, en comparación sería la adaptación del primer capítulo y refleja entre otras muchas cosas la adaptabilidad del ser humano, capaz de salir airoso de las pruebas más dificíles gracias al instinto de supervivencia y las pasiones.

En el mundo real continuamente asistimos a ese espectáculo, no hay humillación o maltrato insuperable si no vemos alternativa para sobrevivir, ni dudamos en jugarnos esa supervivencia si nos mueve el odio, la venganza o el amor.

Como aficionado a la ciencia-ficción, el argumento de una humanidad futura de individuos de enormes cerebros dentro de una sociedad extremadamente racional, resulta recurrente y casi siempre terrorífico, es más facil identificarnos con personajes que se adaptan a sociedades bárbaras, brutales e irracionales.

El descenso presenta un mundo terrorífico a priori, pero extrañamente similar a cualquier sociedad moderna donde un líder con el suficiente tirón, puede conseguir cualquier cosa de sociedades siempre dispuestas a acatar órdenes, a seguir reglas antes que cuestionarlas, a ser crueles a cambio de aceptación.