El huevo o la gallina

por Corrás

Cuando vives en una ciudad pequeña como Lugo y eres consciente de que te desagrada profundamente tanto ella como sus gentes, es justo reconocer que primero es por ser pequeña y luego por ser Lugo.

No me cabe duda que entre los agradables y pintorescos pueblecitos, con el trato vecinal, sus cotilleos y cierta camaradería y las grandes urbes repletas de ofertas de ocio, alternativas y anonimato, existe un sinnúmero de pequeñas villas con lo peor de ambos mundos.

Lugo, bimilenario purgatorio, es tan agradable y pintoresco como cualquier entrañable pueblecito, sus ciudadanos, como surgidos de vainas, siempre prestos a señalarte con el dedo, despliegan sus encantos ante el confiado visitante, con el cuchillo preparado «por si estos tíos raros se pasan de la raya», igualito que en Texas.

El antiguo Gran Teatro se ha transformado en una placa en un edificio de apartamentos y el antiguo matadero en teatro al servicio de las reses lucenses, que pastan plácidamente cultura en precarias condiciones.

Las cloacas (hoy llamadas vertidos ilegales) desaguan en el rio y piaras de lucenses bajan en verano a revolcarse en su propia mierda.

La oferta turística, ayudas al desarrollo, inversión en infraestructuras, etc… no existen, a cambio beber es barato ¡¡y las tapas gratis!!

La capital de provincia con más bares por habitante cuida de sus alcohólicos con un acceso fácil a drogas blandas y duras y una cuidada red de prostíbulos, donde relacionarse con gentes de otras culturas.

Los lucenses apoyan a sus convecinos y cuando matan a sus mujeres (porque son suyas), enseguida justifican el arrebato (algo le haría, sería ligera de cascos, lo que tuvo que aguantar, se lo andaba buscando, etc…).

Cierto es que a todo te acostumbras y en las ocasiones que he pasado temporadas en otras ciudades, recuerdas con cariño momentos como cuando, después de la matanza en Sorribas (Chantada, Lugo), en un concierto de Siniestro Total en la discoteca lucense Estudio 3, todos los presentes gritábamos, entre canción y canción ¡¡Paulino ma-ta-los!! ¡¡Paulino ma-ta-los!!

Esta afición al alcohol y la casquería se refleja en las alegres fiestas lucenses, desde el San Froilan hasta la más reciente Arde Lucus, ejemplo de cómo organizar una fiesta para lucenses: mucha comida, mucha bebida, un disfraz que las haga parecer a ellas señoritas y a ellos hombres, en su defecto, a ellas facilite desvestirlas rápido y a ellos un pecho de hojalata.

En las estadísticas Lugo siempre ha sido ciudad de contrastes, los primeros en las vergonzantes, los últimos en las destacables, con evoluciones notables para mal como en los índices de racismo y xenofobia, donde tras una trayectoria impecable, esto se llenó de negros y sudakas y no es lo mismo verlos por la tele que tener que emborracharse con Bachata.

Por si faltaba algo Lugo rezuma por todas partes el clasismo propio de localidades donde la brecha económica entre funcionarios, semifuncionarios(empleados de empresas con estabilidad laboral) y desgraciados trabajadores de negreros locales, resulta estremecedoramente obvia.

Si piensas visitarnos reflexiona: ¿Y tú, de quién eres? Si no lo tienes claro, no vengas.