Atrapado

por Corrás

En las ciudades pequeñas no hay zoológico, se podría pensar que al estar más cerca de la naturaleza no son necesarios, pero el motivo real es otro. Los que hemos nacido en una de las hermosas villas de provincias sabemos lo que es estar atrapado, sólo tienes que mirar alrededor para apreciar los recintos donde viven tus vecinos.

No nos engañemos, los recintos cada vez imitan mejor los espacios abiertos, casi tienes la sensación de vivir en libertad, pero tus pasos siguen el surco de tantos años y las caras de tus vecinos son las mismas, mas viejas, más resignadas.

Lo positivo es que nos duele ver a los animales pasar por lo mismo y con lo poco que suavizamos nuestro encierro, sus condiciones de vida serían inhumanas.

De vez en cuando alguien se va y no hay noticias durante un tiempo, solemos pensar que ha sido para mejor y, en la mayoría de casos debería de ser así, pero son muchos los que vuelven. No entendía bien los motivos hasta que escuché la palabra «institucionalizado», que define las relaciones con el entorno en los casos de niños custodiados por el estado, ancianos acogidos en residencias, presos y habitantes de ciudades pequeñas.

Al parecer cuando se imponen a una persona hábitos y rutinas que le son ajenos, el paso del tiempo los vuelve imprescindibles para la persona sometida, bajo riesgo de perder la cordura.

Si un periodista detecta al mudarse a otra ciudad que el nivel de autocensura adecuado desciende ligeramente, sufrirá vértigos, un camarero ataques de ansiedad si consigue un buen trabajo sin conocer a nadie, cualquier trabajador fatiga crónica si se le exige hacer sólo 40 horas semanales, y la lista sería interminable.

Como pasa con tantas dolencias susceptibles de convertirse en crónicas, lo mejor es atajar el problema cuanto antes, abandonar ese entorno hostil antes de necesitarlo, cuando todavía te parece pequeño, feo, provinciano, sin futuro.

En el momento que pasa a ser pintoresco, seguro, familiar y tranquilo estas atrapado.